26 septiembre 2010

Un pasado muy presente

Un pasado muy presente: en los cimientos del Templo Mayor y sus capas de tiempo


 Es imposible reflejar, ya con palabras, con imágenes o videos, la compleja experiencia que vivimos hoy quienes asistimos a la presentación de un espectáculo teatral coordinado por Valentina Ortiz en torno a Copo de Algodón. El ritual impregnaba los rincones del Auditorio Eduardo Matos Moctezuma en esta presentación del libro editado por El Naranjo. Como introducción, leí ante los presentes las palabras que el poeta asturiano Aurelio González Ovies dedicó a Copo de Algodón: "Ser feliz es muy breve", como cantaban los antiguos poetas de Texcoco y Tenochtitlan, de Tacuba y Tlatelolco, al contemplar la fugacidad de la vida aquí en Tlaltícpac, aquí sobre la tierra:




Acto seguido, dio comienzo un montaje teatral que a los segundos ya se había convertido en una puesta en operación de las verdades del mito. La bailarina prehispánica me hizo entrega de unas semillas sagradas en intercambio del códice -esto es, del libro que cuenta la historia de la princesa azteca-. En ese momento se sintió algo especial en el auditorio, un soplo que nos despejaba el camino para emprender un viaje al pasado, al centro del cosmos mexica, al centro de nosotros mismos.

La puesta en escena dirigida por Valentina Ortiz conmovió y despertó raíces dormidas. 

El actor que había sido maquillado como el Señor de la Aurora, con los ojos ensombrecidos, tomó la palabra en nombre del gran señor Moctezuma para dirigirse a su hija, la pequeña Copo de Algodón. Ahí, ante nuestros ojos, rodeó su cuello con el collar de las expresiones floridas y austeras con que los padres aztecas aconsejaban a sus hijas:


Al finalizar la puesta en escena, la bailarina nos entregó a todos plumas coloridas de aves, como un don precioso. Muchos de los asistentes manifestaron su regocijo y asombro ante todo lo que se había reunido en ese espacio: historia, leyenda, un libro, ilustraciones, danza, cantos, invocaciones del ser azteca, diálogo de poetas. Un abuelo nos dijo que quería entregar el libro como una herencia para sus nietos. La magia creada, todos deseaban convertirse en parte de esos destinos misteriosos y presentes evocados por un solo nombre: Copo de Algodón.

Artistas, editora, autora e ilustrador nos reunimos en el escenario para hablar  de Copo de Algodón


Al salir del Museo, frente a la puerta principal hay una especie de mirador de los vestigios prehispánicos. Al fondo se encuentra la Catedral de México. Ahí encontré a una niña de 14 años, portadora del bello nombre náhuatl de Xóchitl (flor) sumergiéndose en la lectura del libro parada sobre el pasado azteca.
Al salir del Museo, encontré a Xóchitl, que cursa tercero de secundaria,
leyendo Copo de Algodón en voz alta, para su madre que la escuchaba frente a
los vestigios del Templo Mayor de los aztecas.


No quisimos dejar pasar la oportunidad de visitar la exposición de Moctezuma II, de admirar los objetos que rodearon su reinado, de llenar de miradas a la recién encontrada Tlaltecuhtli, diosa inmensa, de recorrer el mapa del imperio, que llegaba hasta Nicaragua (Nican Anáhuac: hasta aquí México), de mirar el cuerpo despedazado de Coyolxauqhi, la Diosa Luna y de meditar en la fugacidad de la vida, en el aunque sea de jade se quiebra, aunque sea plumaje de quetzal se desgarra, aunque sea oro se rompe... del rey Nezahualcóyotl, que fue poeta y que amó, por sobre todas las bellezas de la vida, a su hermano el hombre.
Y el adiós a Moctezuma "el que se enoja como señor", a quien evocamos en su faceta
más desconocida: la del padre cariñoso de su hija Tecuixpo
Con Ana Laura Delgado, directora de Ediciones El Naranjo
frente a una reproducción de un estandarte de arte plumario
en la Exposición Moctezuma II, en el Templo Mayor